21 de Agosto, 2009 - 00:00
En los pueblos pobres de Oaxaca, donde a veces no llega ni la señal telefónica, el Presidente Legítimo es recibido con muchísimo cariño.
En Santa Ana del Valle, 8 niños de preescolar bailaron para él. Vestidos con trajes tradicionales de esta región del Valle, interpretaron el baile de La Pluma, que representa lo primero que vio Hernán Cortés al llegar a México.
En este lugar se siguen valorando las bellezas naturales de nuestra tierra, que los pobladores reproducen en hermosos tapetes de lana pintada con cochinilla, huizache, encino y nopal.
La gente se resiste a dejar de lado sus tradiciones, aunque en una que otra esquina se vean maquinitas chupa cerebros y en las tiendas vendan comida chatarra y coca cola.
Ante la falta de escuelas y el abandono del campo, los hombres y los jóvenes beben mezcal por las tardes. Aunque no llegan a embrutecerse si reflejan apatía, pero en las mañanas se miran animados y ocupados en sus quehaceres.
Las mujeres nunca están desocupadas, metidas en sus telares, en sus patios, en sus cocinas; criando hijos y animales.
Las reuniones con el Presidente Legítimo parecen una misma estampa que se repite por todos lados. Gente esperanzada y a la vez abatida por la pobreza y la falta de apoyo de los gobiernos que nada han hecho por mejorar sus condiciones de vida.
Sin caminos, sin ayuda para la siembra y para la cosecha, sin escuelas, sin centros de salud, sin futuro para sus hijos los pueblos de Oaxaca sobreviven como lo han hecho siempre, de puro milagro.
A veces me pregunto qué impresión se llevarían los políticos, que repiten discursos mentirosos sobre la situación del país, si recorrieran como Andrés Manuel la realidad que priva en la mayoría del territorio.
Experimentarían, tal vez, lo que representa el baile de La Pluma.
El choque de dos mundos.
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