miércoles, 22 de septiembre de 2010

“México: Las simples protestas dan risa al gobierno; urge unidad en lucha toma de instituciones calle, carreteras.


Pedro Echeverría

1. ¡Cuánto odio, cuánta rabia, cuánta impotencia del pueblo, frente a gobiernos y empresarios que mandan reprimir con brutalidad todas las protestas sociales de los trabajadores! Miles de protestas por la represión, desalojos y asesinatos a indígenas de Copala, a zapatistas, a miembros de la APPO, a campesinos de Atenco, a electricistas, mineros, a la CNTE, a los normalistas, todos aquellos que manifiestan su descontento de manera abierta y se oponen a políticas empresariales de gobierno. Pero por otro lado, mientras los gobernantes reprimen para desmovilizar, se ríen de los que protestan porque nunca tienen la fuerza suficiente para ser una preocupación del Estado. Hay manifestaciones de 50 personas, de 500, de 5 mil o 50 mil que después de desahogarse mentándole la madre a los gobernantes, regresan a su casita a descansar. Es obligación nuestra agruparnos para defendernos, pero debe hacerse conciencia que el sólo desahogo no sirve de nada.

2. López Obrador, el único opositor electoral de valía, hizo la ceremonia de “el grito” el 15 de septiembre y pronunció un discurso el la Plaza de la Tres Culturas de Tlatelolco pero nadie se enteró, fuera de los miles de participantes y Carmen Aristegui, locutora de radio; le sucedió igual que sus más de tres mil mítines realizados durante cuatro años en todos los municipios del país: un boicot absoluto de los medios (TV, radio, prensa) al servicio de empresarios y gobierno. También se hicieron ceremonias oficiales masivas en muchas entidades y actos heroicos de sectores de izquierda con muy pequeña participación. Pareciera que en el campo político –haciendo usos de miles de millones de pesos del presupuesto público- el gobierno y la clase política mantienen un total control. A los políticos, empresarios y ejército sólo parece preocuparles la fuerza que mantiene el narcotráfico y eso que llaman la “delincuencia organizada” que no han podido controlar.

3. Que los gobiernos panistas de ultraderecha de Fox y Calderón hicieron añicos a la izquierda y centro izquierda, es indudable por evidente. En los sesenta y setenta crecía una izquierda radicalizada, independiente, antielectoral y antiparlamentaria –sobre todo después de 1968 que -a pesar del discurso del gobierno de Echeverría Álvarez (1970-76) de “apertura democrática”, el asilo de chilenos, argentinos y del “derecho de las naciones” propuesto en la ONU- la izquierda no cayó en la trampa de LEA como sí lo hicieron los intelectuales orgánicos Benítez, Fuentes y Paz. Era una izquierda que no votaba, que apoyaba las huelgas obreras y se planteaba la lucha revolucionaria. Pero esa izquierda, como ya se sabe, desesperada por cobrar “sus sacrificios”, le entró en 1977 a la Reforma Electoral que les dibujó Reyes Heroles: (registro de partidos, diputaciones, senadurías, abundante subsidio, acceso a la TV, pago de locales, pero sobre todo muchos ingresos)

4. Durante más de 70 años combatió la izquierda al PRI y a su gobierno, lo mismo hemos hecho en los 10 años de gobiernos panistas. Luchamos siempre por la unidad de la izquierda, pero la burguesía fue siempre más efectiva. Los locos que no aceptamos la jugada, la trampa controladora de López Portillo-Reyes Heroles, que incluso la denunciamos abiertamente en nuestros artículos, quedamos aislados de la enorme avalancha de oportunismo; pero no sólo aislados sino que nos pusimos de pechito para la represión del gobierno. Desde 1977 hubo personajes que se autocalificaban de izquierda que han sido cuatro o cinco veces diputados, senadores, gobernadores, dirigentes de partido; es decir llevan más de 30 años recibiendo los gigantescos salarios de los funcionarios del PRI y del PAN que tanto combatían. La historia del oportunismo en lo que fue la izquierda es larga y rica; hay mucho material y sería muy importante reconstruirla.

5. En 1978, a raíz de toda esa gran ola de oportunismo de los partidos- siendo profesor del CCH-UNAM- publiqué mi primer libro (de otros nueve): “Socialismo y partidos políticos”, de apenas 100 páginas. Era un libro que hacía historia del llamado socialismo, de la revolución rusa y de los partidos políticos en México (PAN, PPS, PARM, PCM, PST, PDM) que giraban en torna del PRI y su gobierno. ¿Qué pasó en México que la izquierda casi desapareció para convertirse en centro-izquierda o socialdemocracia electorera? La realidad es que la explicación hay que encontrarla en el carácter de la revolución mexicana, en la ideología del nacionalismo, en el cardenismo y el antiimperialismo. Sucedió algo parecido en otros países de América Latina donde surgieron movimientos fuertes como el Peronismo de la Argentina, el Aprismo del Perú y otros populismos y nacionalismos que aplacaron o desviaron la lucha por el socialismo.

6. Incluso los llamados grandes intelectuales mexicanos, para tener derecho a escribir en la prensa nacional y para editar sus libros, han tenido que caminar por la senda del nacionalismo y del cardenismo inscritos en la ideología de la revolución mexicana de 1910-17. Con raras excepciones, como el libro México Profundo de Guillermo Bonfil, los intelectuales han sido críticos de corrupciones, de malas interpretaciones, de errores, pero no han dejado de girar en torno de los gobiernos establecidos ni de recibir apoyos y premios de los gobiernos. Hoy incluso, apoyar a la socialdemocracia o centro izquierda “moderna o civilizada”, es ya conquistar prestigio de “avanzado”. Ya montada en los procesos electorales –en esa enorme necesidad que tiene la centro izquierda por conquistar votos para no perder los subsidios del gobierno- la socialdemocracia busca alianzas con la derecha extrema sin importarle principios políticos o ideológicos.

7. Todo ello: la gran habilidad gubernamental y empresarial, hizo añicos a aquella izquierda juvenil que se manifestó en los sesenta y setenta apoyando las huelgas obreras, las batallas estudiantiles, las tomas de tierra campesinas, las guerrillas del estado de Guerrero y la lucha urbana de la primera mitad de los setentas. Éramos quizá sólo unas cien pequeñas organizaciones maoístas, trotskistas, espartaquistas, guevaristas, anarquistas, con sólo 200 a 500 militantes, pero con fuertes convicciones y compromisos. Hoy las organizaciones hablan de 100 mil a un millón de asociados, pero desapareció el trabajo gratuito, de convicción, la entrega del tiempo libre, el pago de cuotas personales para elaborar propaganda, periódicos, etcétera. Por eso la izquierda social, la que apoya las luchas, está muy debilita

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