jueves, 7 de julio de 2011

Ciudad Perdida-- El cuento de las alianzas salvadoras-- El guión de los matraqueros-- Miguel Ángel Velázquez

Otra vez el cuento de las alianzas salvadoras. Otra vez la rabia que exhibe el miedo a eso que se construye desde abajo, cuya fuerza presienten y atacan. Otra vez los matraqueros con micrófono que tratan de imponer como favorito al que sus intereses reclaman... Ora vez el caos.

Los matraqueros hacen lo suyo: culpan a López Obrador de la derrota en el estado de México con tanta furia, que algunos hasta podrían decir que ellos, los matraqueros, estaban por un triunfo que no fuera el que anunciaban: el del PRI.

Pero ninguno quiere explicar cómo es que la población mexiquense que decidió votar –menos de la mitad– lo hizo por la misma opción que los gobierna desde hace 80 años.

Aquella entidad, según los datos disponibles, está en décimo lugar en grado promedio de escolaridad, después del Distrito Federal, Nuevo León y Tamaulipas, entre otros. Además, hay estudios que advierten que el estado de México tiene el mayor número de pobres en el país, por encima de Oaxaca, Chiapas o Veracruz. Entonces la pregunta salta: ¿por qué se votó por el PRI?

Las respuestas van de un lado a otro. Se habla, desde luego, del lugar común, de la regla ilegal pero permitida en las elecciones del país: la compra de votos, los regalos en especie y todo lo que ya sabemos. Además del concurso real y pesado de los medios masivos que eligieron con anterioridad al candidato del gobernador de la entidad, lo que desalentó el voto de quienes no querían seguir con la misma bandera que los gobierna.

Cuenta el investigador Luis Javier Garrido, siempre certero, siempre maestro, que alguna vez, en una plática con el historiador Luis González y González, autor del libro Un pueblo en vilo, en el que cuenta la historia de su natal San José de Gracia, Michoacán, (Luis Javier) le preguntaba por qué no había mayor fuerza política en el texto.

La respuesta del historiador fue contundente: No había nada que decir, y refirió que alguna vez decidió votar allá en su pueblo. Para hacerlo se dirigió a la casilla donde debía sufragar, que se hallaba en la misma presidencia municipal, y allí lo recibió el jefe político de la población con un: ¿usted a qué viene? A votar, respondió el historiador, que recibió la respuesta inmediata: Ya votamos todos, y le señaló los paquetes electorales empacados y flejados, listos para la contabilidad. Apenas empezaba la jornada electoral.

Las técnicas se han refinado, pero el ya votamos todos sigue tan vigente como la anécdota del historiador. Contra todo eso hay quienes suponen que una alianza entre quienes nada tienen en común hubiera podido ser exitosa.

No los ha derrotado la pobreza que han creado, ni los feminicidios, ni el desempleo, ni la inseguridad, pero eso sí, la santa alianza sería la fórmula que dislocaría el cacicazgo. Los que se han dado a la tarea de confundir, aún más, al electorado, ahora se atreven a suponer –¿quién lo podría asegurar?– que juntos, derecha e izquierda, hubieran conseguido más que toda la desgracia que viven los habitantes del estado de México.

Pero lo peor, ni siquiera saben contar porque, según los datos de la elección, juntas, la alianza de las izquierdas y la derecha panista no hubiera sido suficiente para sacar del palacio de gobierno de Toluca a la derecha priísta. Así que, antes de ofrecer declaraciones, lo mejor sería que acudieran a un curso rápido de matemáticas para que no se equivoquen. Qué barbaridad.

De pasadita

Ahora que si de alianzas se trata hay quienes sí deberían hacerlo, por ejemplo todos los chuchos deberían, de una vez por todas, hacer lo mismo que su antiguo compinche René Arce, quien para apoyar todas las especulaciones se fue al PRI. Ésa sí sería una buena alianza. Además ya no tendrían que andar escondiéndose para sabotear elecciones, como dicen que lo hacen cuando las cosas no les gustan. ¿A qué les suena eso?

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