miércoles, 14 de marzo de 2012

Josefina es un robot japonés-- HÉCTOR PALACIO

Viendo el video de la toma de protesta de Josefina Vázquez Mota como candidata del PAN a la presidencia realizada en el estadio de futbol del eje 6 Sur de la ciudad de México, queda al final la impresión, acaso la certeza, de que esa mujer breve, delgada, vestida de blanco, con cabello teñido, una perpetua sonrisa de plástico y un micrófono en la mano, es una muñeca nipona; aunque poco atractiva (porque los japoneses saben construir hermosas muñecas a imitación perfecta de la Lolita más bella que se pueda admirar en las calles de Tokio). Un artefacto electrónico, un robot recubierto con un látex impermeable y provisto de una programación infalible que no se detiene ante la adversidad humana a menos de que sea detenido deliberadamente o un choque electrónico accidental propiciara su quebranto.

Ya se vislumbraba desde hace tiempo esa condición robótica en la candidata del PAN, pero no ha sido sino hasta el domingo pasado cuando quedara totalmente desnuda y el mecanismo expuesto. ¿Cómo entender de otra manera el hecho de que, impasible, imperturbable, Vázquez prosiguiera su discurso sino porque se trata de una máquina programada con anticipación y no detenida a tiempo, ya fuera porque el robot se ha salido de control o porque quien lo maneja está borracho o se ha quedado dormido? ¿Cómo entender el vacío de su rollo interminable en momento tan crítico?:

“A la historia que aquí nos convoca…

Tenemos que luchar por la libertad…

Este día, es un día luminoso…

Este día advierte un mejor México…

Es tiempo de unidad…

Es tiempo de regresar a las convicciones…

Es tiempo de ponernos de pie…

Sí a la patria...

Sí al PAN…

Sí a México…

Queridos niños vamos a construir juntos…

Tenemos la fuerza…

Tenemos el vigor…

Tenemos las ideas y no las hay mejores…”.

¿Cómo comprender que ante la escapada del público que ascendía las escaleras del estadio para luego salir liberado hacia las calles de la colonia Nápoles, hacia Insurgentes, el objeto en cuestión continuara con la verborrea hueca, sin conmoverse, con la sonrisa coagulada y la voz cada vez más ronca? ¿Cómo no reaccionar mínimamente ante lo que se ve con los propios ojos y decir, por ejemplo?:

“Compañeros, no se vayan, aún no he terminado

Panistas de corazón no me abandonen

Todavía me falta decir que soy mujer y que sólo por eso merezco la presidencia

Me falta decirles que no represento a Fox y Calderón

Que no he fallado como diputada, como secretaria de educación pública y desarrollo social

Compañeros, recuerden al menos las tortas y refrescos que les dimos

Hermanos, no me abandonen, no me dejen sola… ¿Solá?

Etcétera”.

¡Algo, carajo! Algo que expresara un trozo de viva condición humana. Pero no. El robot japonés continúo la programación prevista con la sonrisa a flor de mecanismo. Como la fantástica muñeca autómata de Los Cuentos de Hoffmann, ya sea en la versión narrativa del propio E.T. Hoffmann o la operística de Jacques Offenbach (la que sin dejar de sonreír, casi únicamente sabe decir Oui). Sin embargo no todo fue sordera ni toda la verbosidad un desperdicio. Hubo una frase que caló entre los ciudadanos: “Es tiempo de ponernos de pie, tenemos la fuerza, el vigor…”. Escucharon, y acabaron por irse los indecisos, los que aún no se habían marchado.

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