miércoles, 18 de julio de 2012

Columna Incómoda e incomprendida. La transición democrática imposible-- ALEXIA BARRIOS G.

Esta semana, algunas voces de algunos actores, pidieron al próximo gobierno comenzar a construir un nuevo pacto político nacional. Nadie hizo caso, a pesar de que debió tener alto interés y apenas comenzaron a deslizarse unas cuantas ideas de lo que debe ser la próxima reforma política. Para los tres partidos principales, la suscripción de un acuerdo de esta naturaleza debiera ser más que importante. Los tres son corresponsables de la actual situación que vive el país y ninguno quiere asumir su parte y contribuir a la concordia de los mexicanos, por el contrario, pareciera que buscan sólo sus propios intereses.

En el 2000, en el país se logró la alternancia en el poder presidencial, pero no así la transición democrática, la cual fue ignorada por Fox y peor por Calderón quien se empeñó en “mal adoptar” las viejas prácticas priístas que en apostar por un verdadero cambio en el paradigma de la política nacional.

En este pasado proceso electoral, nadie se perfiló como el candidato de la transición democrática del siglo XXI. Todos representaron el pasado, aunque lo nieguen.

La reforma del Estado, que incluía rediseñar una nueva Constitución Política, promovida desde 1997 por Porfirio Muñoz Ledo, ha quedado marginada y olvidada. Hoy, ni Andrés Manuel López Obrador ni Enrique Peña Nieto han tenido la altura de miras para demostrar su poder de convocatoria para que la idea de un nuevo Acuerdo Nacional de y para la sociedad se lleve a cabo. Ambos políticos, con su capital político obtenido en las urnas, no tienen los tamaños para asumir ese desafío por una simple y sencilla razón: no les interesa, o como diría Sicilia, les vale madres.

Por eso AMLO está atrincherado de nueva cuenta con sus fieles y grupos duros, construyendo su agenda transexenal.

Por eso Peña Nieto se reúne con Calderón para negociar la agenda legislativa de septiembre a diciembre de este año. Aún no se califica la elección ni el país está del todo tranquilo y ya el administrador de la “tienda” quiere negociar su propia impunidad antes de irse exiliado a los Estados Unidos o a la Luna, si es posible.

Por eso la señora Josefina no ha vuelto a abrir la boca ni para ponerse a las órdenes del PRI.

El espíritu de las propuestas de sociedad civil, empresarios, intelectuales y académicos que desde mediados de 2006 promovieron en el llamado Acuerdo del Alcázar de Chapultepec, no ha sido retomado por nadie. Y no era una gran idea, sólo pretendía amarrar a los políticos a cumplir con una agenda mínima de reformas económicas y políticas para después rediscutir el tema del futuro de la nación en el próximo sexenio... ¡¡Hace seis años y siguen siendo las mismas que hace 12 y hace 15 años!!

Una convocatoria a un acuerdo político debe fijar objetivos y metas concretas. En lo inmediato, por ejemplo, a enfrentar un escenario económico adverso para los próximos meses, debido a la depresión mundial tanto Europa como en los Estados Unidos, que viene con más fuerza que la crisis económica anterior (¿catarritos?, recuerden).

El país no parece ser el mismo de 1994, cuando la disputa entre los grupos de poder emergió a niveles insospechados de violencia. Ahora, no causa sorpresa la reaparición de grupos armados, como el EZLN o el EPR; no se ha presentado ni se espera algún atentado contra un ex aspirante presidencial; tampoco se tienen totalmente cancelados los espacios de diálogo entre las fuerzas políticas partidistas.

Pero las acusaciones de que hay imposición y la amenaza de que habrá “revolución”, sin duda, incide en la percepción para no mantener la calma.

No obstante, quien esto escribe es demasiado pesimista porque diversos factores impiden, en el corto plazo, la posibilidad de un acuerdo entre los partidos y sus dirigentes, entre otros elementos por:

Uno.- La falta de respeto a la legalidad. Lo mismo la clase política que los empresarios y los ciudadanos, nadie respeta las decisiones judiciales o bien, se niegan a cumplir sus obligaciones. Encontramos grupos sociales opuestos a los grandes proyectos de desarrollo, lo mismo que sindicatos que chantajean a los legisladores para impedir acotamientos a sus conquistas y privilegios. Los golpes políticos contra el IFE y el Pode Judicial encienden focos rojos, pues el resultado del 2012 puede ser desconocido por cualquiera de los candidatos presidenciales (el beneficiado o el derrotado).

Dos.- La crisis en el sistema de partidos. La representatividad de los partidos políticos es nula ante las decisiones y posturas que toman sus representantes y dirigentes, en la mayoría de las veces, alejadas de cualquier responsabilidad con sus electores: NO RESPETAN EL MANDATO CIUDADANO. Más aún, ha quedado demostrada la fragilidad del sistema al permitir la existencia de “partidos negocio” que defraudan no sólo al sufragio, sino al mismo erario público. La desvinculación evidente de los partidos políticos representados en el Congreso de la Unión con respecto al mandato ciudadano cuestiona el sentido del pacto social al que están obligados a refrendar y fortalecer. El punto es que aunque existan nuevas reglas, los partidos están caducando y no tienen el mínimo interés en cambiar por sí mismos.

Tres.- La confrontación al interior de los partidos mayoritarios. Los tres partidos principales (PRI, PAN y PRD), en mayor o menor medida, están dominados por corrientes internas que provocan divisiones. El PRD, sólo por esta coyuntura parece apostar por la unilateralidad de un líder (y todos nos preguntamos: ¿hasta cuándo durará ese respeto a AMLO?). En los demás, a estas alturas no existen interlocutores ni liderazgos confiables en el PRI ni el PAN. Sin dirigentes legitimados dentro sus propios institutos políticos, éstos pueden alterar la entrega del poder político y del mismo aparato burocrático a quien resulte triunfador. Pedro Joaquín ya le urgen para que deje su posición de momio. Y Gustavo Madero ya apesta entre los panistas, por eso este mismo día Juan Manuel Oliva ya presionó para que se renueve la dirigencia.

Cuatro.- El gobierno de minoría. Las proyecciones sobre los resultados del 2012 auguran que ninguno de los tres partidos principales podrá vencer por sí mismo al otro en el Congreso de la Unión. Es decir, que las dificultades que tuvieron Zedillo –en su último trienio—y Vicente Fox-Felipe Calderón en todo su sexenio para sacar adelante las reformas estructurales, se podrían prolongar de no llegar con un nuevo marco legal para avanzar. Parece imposible que se dé una movilización ciudadana a favor de uno de los contendientes, para garantizar la mayoría Legislativa y cambiar este panorama negativo que cumple casi nueve años.

Cinco.- La calidad de los actores. A diferencia de los procesos electorales de 1988 al 2006, el 2012 no cuenta con políticos de nivel, con calidad moral, capaces de impulsar ideas, debates y acuerdos mínimos que orienten el destino de la República. Algunos de los promotores de la reforma de 1996, como Porfirio Muñoz Ledo, Carlos Castillo Peraza, José Woldenberg y Jorge Carpizo, están fuera de los partidos políticos, de la escena pública o muertos.

Seis.- La circunscripción del devenir político en las élites de los partidos. La sociedad se siente excluida de las grandes decisiones, giros y prácticas de los partidos y sus candidatos. Son los liderazgos locales los que han establecido las reglas y los que marcan la pauta de la agenda pública. Es paradójico, puesto que ningún partido quiere arriesgarse al voto de castigo, pero ninguno ha abierto la participación ciudadana a su toma de decisiones. Vean al #YoSoy132, ¿acaso el PRD, PT, MC o Morena ya les han dado alguna propuesta a sus demandas en el próximo legislativo o sus próximos gobiernos? Ninguna.

Dados los puntos anteriores, todo indica que el momento fundacional de la grande politique no puede esperar más, pues están en juego los lineamientos básicos de la institucionalidad política del Estado mexicano. Pero las circunstancias hacen que la petite politique, ese bajo nivel de la disputa del poder, se mantenga en sus reales y no se rompa el círculo vicioso.

La gran política no puede avanzar en un ambiente polarizado y entre los actores principales de la escena política no abunda a la concordia. La tarea es impostergable y se requieren reglas para evitar que la crisis política se traslade a la sociedad. Espero equivocarme y que esos pequeñitos de la política actual algún día crezcan, y que esos políticos profesionales hagan pronto su aparición para bien de este país y de todos los mexicanos.

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