sábado, 14 de julio de 2012

Democracia simulada-- ANEL GUADALUPE MONTERO DÍAZ

Cuando Coldwell declara que lo único que falló en esta elección fue López Obrador[i], revela una profunda falta de autocrítica, que parecía solo estar presente en la izquierda mexicana.

El conflicto postelectoral es un asunto que se debe ubicar más allá de la figura del líder de las izquierdas. Es un problema de país que a todos concierne y que nadie debería pasar por alto.

Es paradójico observar a los que critican el legítimo derecho de AMLO de impugnar la elección, voltear convenientemente la mirada cuando se trata de dilucidar qué pasó con la compra del voto y la estrategia implementada por la maquinaria electoral priista para ganar la elección.

No es lo mismo votar por el PRI que venderle el voto a este partido político, porque entonces estaremos hablando de una democracia simulada ¿por qué sorprende entonces que se cuestione la legitimidad de la victoria que asumen los priistas y reconocen los panistas?

Sin embargo, este asunto da para mucho más ¿Es el PRI el único partido político que busca comprar el voto de los electores? el supuesto pase de charola a favor de AMLO y el tema del fideicomiso de Yeidckol Polevnsky, son sólo botones de muestra en la selva política mexicana.

“Todos hacen lo mismo” es un argumento contundente desde el mapa mental de los políticos mexicanos que asumen la defensa del voto con una mano, mientras que con la otra no tienen el menor empacho en utilizar las mismas estrategias electorales que reprueban en público.

En ese orden de ideas, el ciudadano mexicano es rehén de una clase política que busca el poder por el poder, incapaz de construir acuerdos que beneficien al país, ciegos y sordos a lo que no sea útil a su propia conservación del statu quo.

La autocrítica es un ejercicio carente de sentido para los políticos y sus partidos. Sin embargo, no debemos pasar por alto que México es, como dice Krauze, una democracia en construcción.

López Obrador ha decidido impugnar al amparo de la ley, esta elección. Yo estoy de acuerdo. Es una vía sana, pacífica y legal de hacer valer la voz de los electores que no solamente votaron por él, sino que además, piensan que esta elección está plagada de irregularidades, corruptelas y simulaciones.

No está de más la aclaración, para los que se sienten particularmente ofendidos por el serio cuestionamiento a las instituciones, a los partidos y a sus candidatos, que insultar no es solamente decir groserías, también es mentir y tratar de escudarse en la objetividad, la racionalidad y el argumento. Las formas de agresión y violencia, dice Foucault, se han sofisticado a lo largo del tiempo y se han vuelto mucho más eficientes. Esta elección es un botón de muestra.

¿Usted qué opina, estimado lector?

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