Todo el mundo se pregunta, en todos los medios de comunicación, en todas las charlas de café, por qué Felipe Calderón, después de haber casi oficializado, ¡en cadena nacional!, el triunfo de Enrique Peña Nieto y la legalidad de las elecciones, salió a decir que había evidencia de compra de votos, es decir, a dar a entender que Peña Nieto no ha triunfado, o no todavía, y que el proceso comicial siempre no fue legal.
Peña Nieto, con justificado enojo, ya le reprochó a Calderón el haberse dejado atrapar en las redes lanzadas por Andrés Manuel López Obrador. Por su parte, los abogados del izquierdista, que buscan la invalidez del proceso electoral, ya anunciaron, con justificada alegría, que en sus recursos ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación incluirán, de manera destacada, los dichos de Calderón acerca de los votos comprados.
Vaya curiosidad. Resulta que el mejor argumento que la suerte le dio a López Obrador para impugnar la elección surgió de una puntada, planeada o expresada a tontas y a locas, del hombre que en 2006 le robó la Presidencia.
La vida es una caja de sorpresas, o de bombones, como dijo Forrest Gump: Nunca se sabe lo que te va a tocar.
El que mejor ha sintetizado este enredo es el monero de Reforma, Calderón (tocayo de apellido del mono que se supone gobierna a Mexico). Dejo aquí el cartón que el caricaturista publicó hoy miércoles 11 de julio en el diario cuya casa paterna, ubicada en Monterrey, la de El Norte, ha sido atacada con granadas por la delincuencia organizada. Aprovecho para enviar mi solidaridad y apoyo moral a sus periodistas, directivos, funcionarios, empleados de todos los niveles.
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