miércoles, 11 de julio de 2012

Estados de izquierda: Farsa dominada por el pragmatismo-- HÉCTOR PALACIO

Apenas acababan de anticiparse el IFE, Vázquez Mota y Calderón, entre otros, en dar por vencedor a Peña Nieto la misma noche de la elección, cuando distintos estados del mundo felicitaban ya al candidato del PRI, entre ellos, los considerados como parte de la supuesta izquierda radical: Venezuela, Cuba, Nicaragua y China, y de la izquierda moderada: Brasil y Argentina. Estados que no esperaron al desarrollo de los eventos postelectorales sino que precipitaron su reconocimiento.

Dejemos que la China de Hu Jintao siga vendiendo productos de plástico de pésima calidad a 99 centavos de dólar mientras explota a sus millones de trabajadores (encarguemos el asunto a Quadri). Dejemos de lado al intrascendente Daniel Ortega de Nicaragua así como a los gobiernos moderados de Fernández y Rousseff. Pero pensemos en Venezuela y Cuba.

Para muchos corazones sensibles de la izquierda mexicana, las palabras de Hugo Chávez y Raúl Castro no dejan de ser una desilusión. ¿Pero hay motivos reales para ello? Antes de responder, agreguemos que, aparte de la felicitación, Raúl Castro, sin ninguna necesidad aparente para ello, florea a Peña llamándole “Excelentísimo señor” y envía “el testimonio de mi más alta consideración”. Mera cortesía caribeña, dirán algunos. Chávez no es tan zalamero, pero pone su “esperanza en un futuro de dignidad y soberanía para toda la región”; como si de veras no conociera las tendencias políticas de México durante los últimos decenios.

¿Existen motivos para el dolor de los sensibles corazones radicales a causa del reconocimiento de Castro y Chávez?

Cuba debe al México regido por el PRI, ser el único país miembro de la Organización de los Estados Americanos en no romper relaciones con su gobierno pese a la resolución de expulsión establecida por dicho organismo en Punta del Este, Uruguay en 1962, y en la cual se argumentaba la incompatibilidad del nuevo régimen comunista con los principios y propósitos del supuesto sistema interamericano históricamente impuestos por Estados Unidos. A partir de este evento, llueve o truene, con verdad o hipocresía, la lealtad cubana hacia México se ha mantenido desde entonces independientemente de quién esté en el poder. Así fue con el PRI y luego con el PAN (llegando a extremos serviles con Fox); así vuelve a ser ahora con “el nuevo rostro del PRI”.

Así que la relación México-Cuba no es una cuya naturaleza esté establecida con base en principios ideológicos sino en condiciones de lealtad, “reciprocidad” y de pragmatismo en los intercambios comerciales y diplomáticos (el pragmatismo del petróleo, por ejemplo). De allí que sorprenda que los radicales mexicanos de izquierda suspiren siempre por Cuba cuando esta nunca suspira por ellos y cuando mucho les envía breves coqueteos utilitarios. Sorprende porque, en todo caso, el aliento revolucionario cubano fue asesinado en Bolivia bajo el nombre de Che Guevara.

Otro caso más sorprendente aún es el de Hugo Chávez. Muchos radicales mexicanos lo han elogiado y se han convertido en sus fieles seguidores al considerar que el militar venezolano tiene “huevos” para enfrentar a Estados Unidos. Pero aquí tampoco, en su relación con México, hay puentes ideológicos. Chávez lo mismo valida a Calderón que a Peña aun sin aguardar a que ambas polémicas elecciones hayan sido “limpiadas”, atropellándose. Su figura ha sido más bien de poco beneficio para la parte de la izquierda encabezada por López Obrador, a quien el panismo le armara en el 2006 una guerra de estiércol al esparcir calumnias sobre el parecido entre ambos personajes y sus proyectos políticos y económicos.

López Obrador, como debía ser, las ha negado. Y por varias razones. Primero, porque uno es militar y el otro no. Otra, porque AMLO, más que a una ideología, recurre al historial mexicano para establecer su programa político y de desarrollo económico. Por último, porque no lo conoce. Y no se dude que al propio Chávez le moleste o incomode un tanto que el principal líder de la izquierda en México y ya uno de los mayores de Latinoamérica, por la razón que sea, ni lo voltee a ver.

Así que no hay argumentos para el pesar de los izquierdistas mexicanos como consecuencia de las declaraciones de los gobernantes de Cuba y Venezuela. Ni siquiera, como se ha visto, hay motivos para la sorpresa. No se desempeñan ambos en realidad sino como una farsa de izquierda. No es lugar ahora aquí para establecer su naturaleza, pero sí para afirmar que como los demás mandatarios que han reconocido precipitadamente al candidato del PRI, Castro y Chávez actúan y actuarán siempre desde el punto de vista de sus intereses y del pragmatismo político, no por sentimientos o convergencias ideológicas; lo mismo que Barack Obama.

P.D. La mejor y mayor manera de la izquierda, debiera ser la crítica y la autocrítica constante y permanente.

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