martes, 3 de julio de 2012

Guadalupe Loaeza V

El domingo 1o. de julio, me dormí con una sensación ambigua; por un lado me sentía en paz por la inmensa y tranquila participación de la ciudadanía en la jornada electoral y, por el otro, estaba triste de saber que mi candidato, AMLO, había quedado en segundo lugar. No obstante me decía que en estas elecciones la izquierda había avanzado apabullantemente en la Ciudad de México y en el Congreso, que había ganado los estados de Morelos y Tabasco y que, finalmente, el delegado de la Miguel Hidalgo sería perredista. Víctor Hugo Romo me llamó a las diez de la noche para decirme que teníamos que brindar con una copa de vino y un poco de queso por el triunfo en una delegación arraigadamente panista. Por fin los vecinos del Distrito X habían entrado en razón.

Esa mañana, me había despertado particularmente temprano para ir a una entrevista con Jorge Ramos. Las instalaciones de Univisión se encontraban en la azotea de un edificio colonial justo frente al Zócalo. El periodista mexicano más conocido en Estados Unidos me preguntó sobre #Yosoy132, la posible primera dama y el fraude electoral. Respecto al último tema le dije: "Desde hace tres años las dos televisoras más importantes del país daban por sentado que Peña Nieto sería el próximo Presidente. En ese lapso, como no podían ser tan obvios se valían de la más burda publicidad dizque subliminal; por ejemplo, si se acercaba el Día del Padre, el reportaje sucedía 'casualmente' en el Estado de México; constantemente salía el gobernador de entonces inaugurando clínicas, carreteras, presas, etcétera, etcétera; o bien, se cubría en horario triple, su boda en la catedral de Toluca, con La Gaviota o su visita al Vaticano, en donde le entregó el anillo de compromiso. No había día en que no saliera Peña Nieto, bajo cualquier pretexto. La telenovela Destilando Amor, donde aparece La Gaviota, se retransmitió unos meses antes de las elecciones. ¿No se llama eso fraude? Pero, claro, en esos casos el IFE no interviene". Agregué: "De allí que los universitarios del movimiento 132 se hayan quejado de la imposición y de la información totalmente sesgada, especialmente de Televisa".

Saliendo de la entrevista, fui a votar con todo y pestañas postizas. Maquillada como estaba, para la elección federal marqué una cruz en cada una de las tres boletas en el cuadro del PT y, para la elección local, lo mismo pero en el del PRD. En la larga fila que había para votar de la "L" a la "Z" en la escuela Ignacio Vallarta, Enrique y yo nos encontramos a Carla Faesler y al pintor Pedro Diego Alvarado. Nos late que esta vez sí va a ganar el Peje, coincidieron. "Todos en Face y en el Twitter dicen que votarán por él", dijo Carla. Por la tarde, Enrique miró el futbol en la tele y yo jugué con mis nietos.

Lo primero que hice el lunes por la mañana fue consultar algunos periódicos extranjeros: "México sin duda está enfermo de una mundialización y una modernización mal manejada, pero los mexicanos regresan también a sus viejos demonios, una historia llena de rumor y de furor", decía Le Monde. "Sin tener ningún talento político significativo" y con una preparación "intelectualmente débil", el candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Enrique Peña Nieto, obtuvo la victoria en las elecciones presidenciales mexicanas gracias, solamente, "al apoyo de Televisa, la mayor televisora de América Latina", sostenía el prestigiado semanario alemán Der Spiegel. (Proceso 1861) "Un presidente 'rock star' para México", era la cabeza del diario francés Le Figaro.

Por la tarde, un amigo me envió un tuit, para avisarme de la marcha de los jóvenes de la UAM, UNAM, UACM, IPN y otras universidades. "Están pasando por todas las calles de Polanco y todos están gritando consignas que dicen: '¡Enrique, entiende, no eres Presidente!', '¡Fuera el IFE!', '¡Necesita una putiza!', '¡Peña, entiende, el pueblo no te quiere!', '¡Fraude!' y 'Si hay imposición, empieza la revolución'". Le dije que no podía pero que estaba con ellos moralmente. Una hora después una amiga me mandó el siguiente correo: "Ayer por la noche, confieso que me fui a dormir devastada, profundamente triste de comprobar que la pobreza sigue ganando elecciones, mientras eso suceda, nunca, nunca se erradicará o se combatirá realmente. La ignorancia y la TV, las otras grandes ganadoras. Siento como si me hubieran sacado litros de sangre... Te lloro en el hombro. Mi corazón disminuido".

A las seis de la tarde, de ese mismo lunes, escuché la conferencia de prensa de López Obrador:

"Sí, sí las vamos a impugnar. Vamos, como lo expresé, a dar seguimiento a todo el proceso establecido por ley. El miércoles se van a llevar a cabo los cómputos distritales. Vamos a participar, vamos a pedir transparencia total, limpieza de todo el proceso. Vamos a pedir la revisión de actas y, en algunos casos, el conteo de boletas". Después de escuchar las palabras de AMLO, recordé lo que escribió Stephane Hessel, a propósito de la indignación: "Pero en este mundo, hay cosas insoportables. Para verlo, es necesario mirar bien, buscar. Yo digo a los jóvenes: busquen un poco, ustedes van a encontrar. La peor de las actitudes es la indiferencia, decir: 'yo no puedo nada, me las arreglo'. Comportándose de esta manera, pierde uno de los componentes esenciales que lo hace humano. Uno de los componentes indispensables: la facultad de la indignación y el compromiso que es la consecuencia...".

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