martes, 23 de julio de 2013

Ciudad Perdida
PRD, el recurso del método
Entreguismo y traición
Los chuchos, sepultureros
Miguel Ángel Velázquez
S
implemente no funcionó. El entreguismo y la traición, métodos usados por el PRD, controlado desde su cúpula por el chuchismo, no sirvieron ni para que ese partido pudiera ser una organización influyente en las decisiones de gobierno.
No, que nadie dude, esa dirigencia no se equivocó; siguió una vocación ya exhibida, en la que no es importante ser factor que determine algunas líneas de gobierno, ni mucho menos ser gobierno para cambiar, desde allí, lo que parecería un destino de pobreza, marginación e injusticia para la gran mayoría, y abundancia e impunidad para unos cuantos, porque lo fundamental es sobrevivir y cobrar; lo demás no debe interponerse en ese afán heredado que siempre la lleva por el mismo camino.
El PRD diseñó su desastre a golpe de traiciones, y eso lo saben quienes votan, los mismos que les han regresado, en sufragios, el tamaño de su confianza hacia sus estrategias de alianzas entreguistas que determinan el tamaño de su fracaso. Por eso la pregunta que hoy se hace todo mundo es: ¿hay salvación para el PRD o quedará orbitando en torno al poder como satélite político sin razón de ser?
Las dos tesis son ciertas. La segunda ya casi la logran. En cuanto a la primera, se requiere una recomposición completa del partido para devolverle, cuando menos, la confianza de la gente en que desde esa organización se pueden cambiar las cosas en su favor; pero esa es una tarea más que difícil de lograr.
Para septiembre, si no nos equivocamos, se tendrá que cambiar la dirigencia nacional, y desde las tribusactuales no parece haber un solo candidato que amplíe el futuro del partido. Venga de donde venga, lo mismo de IDN, de Nueva Izquierda o de la ADN de Héctor Bautista, ningún nombre de los conocidos podría frenar la caída del PRD. Si cualquiera ganara la elección en septiembre, el destino de ese partido parecería, esta vez, por fin sellado.
En el PRD nadie le regalará a ninguna nueva corriente el boleto de abordaje; por el contrario, los cauces para cambiar el PRD desde adentro están clausurados. Pretender que se puede ir a una disputa política dentro de ese partido para cambiarlo es una pretensión falaz, quienes lo explotan en su beneficio no lo permitirían, por más que se requiera.
No obstante, desde todos los ámbitos de la izquierda hoy se hace necesario retornar a las demandas que hicieron posible la formación del PRD para rencauzarlo. Dejar esa organización en manos de quienes disfrutan de su franquicia es casi dejar al país sin los equilibrios políticos urgentes, en momentos en los que se trazan rumbos de desgracia desde las dos puntas de la derecha partidista.
La militancia del PRD libre no tiene muchas opciones; repetir la historia no hace más que perfeccionar los errores; buscar el cambio es un deber que deben asumir, con los costos que ello pudiera significar, antes que ser testigos de la emulación tardía de aquel triste experimento político que significó el PST y su sucedáneo, el tristemente célebre ferrocarril (PFCRN), de donde provienen los chuchos.
De pasadita
Amplia y espesa fue la polvareda que levantó la ausencia del jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, en el nacimiento oficial de la corriente que encabeza Marcelo Ebrard dentro del PRD. Pero, ya en serio, ¿era obligatorio para Mancera acudir a esa reunión? Claro que no. Su asistencia tendría que haberse leído como su incorporación a esa corriente, y él, como ha dicho en todos los tonos, no pertenece al PRD ni pretende afialiarse a él. Así que, más que problemas de agenda, la decisión de Mancera es, guste o no, un acto de congruencia.

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