miércoles, 17 de julio de 2013

Costa Bonino vs AMLO; coincide con Krauze, lo acusa de místico

HÉCTOR PALACIO@NietzscheAristomar 16 jul 2013 16:19
  
Enrique Krauze Kleinbort acusó en 2006  a López Obrador de ser un mesías tropical (y lo sostuvo en 2012). Luis Costa Bonino lo señala de no ser un político sino un líder religioso, místico.
Mesianismo y misticismo se toman de la mano. El mesías es el hijo de dios (cuando se adjetiva de tropical, el concepto condensa una connotación racista, pues no se es judío, desértico, polvoriento, grisáceo, como el original; los “güeritos” ojo azul vinieron después). El místico tiene una comunicación directa con dios. Mientras uno es el hijo, o una advocación del hijo (estilo mexicano, “El señor de Chalma”, “El señor de Tila”, etc.), el otro es alguien quien tiene acceso directo al todopoderoso.
Antes de continuar, me pregunto si así como Krauze (y Costa en cierto sentido; el sentido de todo lo religioso en todas las personas del mundo) combate al peligroso mesianismo en la figura de un devoto judeocristiano político de izquierda relativa (recordar que su escrito se publicó, paralelamente a la campaña de ataque del Consejo Coordinador Empresarial, exactamente un poco antes de la elección de 2006 y con el claro objetivo de torpedear al líder de las encuestas), acomete, con responsabilidad ética e intelectual, contra el germen de ese mesianismo, el paradigma judeo-cristiano y musulmán del mundo que da pie a víctimas cautivas, fanatismos y ungimientos mesiánicos (¿o acaso practica asimismo los viejos ritos de una sinagoga en Polanco?).
Costa Bonino es el asesor o consultor político uruguayo invitado por el cineasta Luis Mandoki a la campaña presidencial de López Obrador -quien originalmente lo aceptó de mala gana (según narra)-, y que fuera “quemado” y exhibido con saña por El Universal en el famoso caso de “El charolazo” (con saña porque, pese a todo, su función no fue periodística sino de desprestigio, de bombardeo cotidiano en la página virtual del diario donde se sostuvo la nota hasta el cierre de las campañas), cuando en una “emboscada” durante la cena en una casa de ricos personajes en Las Lomas de Chapultepec (adversarios de AMLO, por cierto, se sabe ahora), organizada por Adolfo Hellmund y Luis Creel, fuera grabado y editado, aparentemente, planteando/solicitando seis millones de dólares para ganar una campaña que en ese momento iba en ascenso y que el periódico Reforma ubicaba a cuatro puntos porcentuales de Peña (cuando los periódicos pro-peñistas como Milenio y encuestadoras como la de Roy Campos aun al cierre del proceso establecían 20 puntos de distancia); en ascenso, pero carente de recursos e infestada de saboteadores y traidores muy cercanos al candidato (incluyendo a César Yáñez y Marcelo Ebrard).
Costa ha relatado en “México: La Campaña Presidencial 2012”, los pormenores de su llegada al proceso electoral, la atmósfera y condición de traición y saboteo, y finalmente “El charolazo”, evento que le costó la posición al ser despedido por López Obrador. El asesor se atribuye el éxito de la campaña que de un lejano tercer lugar pasó a arañar el triunfo y señala cómo se estancó a partir de su despido.
A su salida, a la traición y a la soberbia de AMLO atribuye la derrota final. Sostiene que éste no es político sino un líder social y más que social, religioso, quien no desea ser presidente (hipótesis de otros analistas), que ha “regalado” dos elecciones “imposibles de perder”. “Tras de sí dejó una inmensa desilusión en millones de sus seguidores, quienes sólo querían el triunfo de la izquierda y una vida mejor para todos los mexicanos.”.
Así lo retrata:
“López Obrador,… es un luchador social, pero no político. Desconfía del poder, le teme, no quiere ser Presidente. Sólo le gustan las multitudes, los abrazos, los aplausos, los discursos. Es muy buen candidato, pero pésimo estratega. Es un conductor de masas, de multitudes. Su objetivo esencial es tratar de demostrar una superioridad moral absoluta en relación con todos los demás políticos de México. Esa pretensión de superioridad moral, para él es más importante que la Presidencia. Cuando el "Charolazo", prefirió quedarse con su pretensión de superioridad moral antes que quedarse con la Presidencia de México. Creo que le hubiera resultado imposible, por otra parte, acostumbrarse a trabajar con un gabinete a su mando y escuchar siempre las opiniones de sus secretarios. Él no tiene ni quiere asesores, ni colaboradores, ni ministros. Más que líder político es un líder social, y más que líder social, es un líder religioso. Su liderazgo es, esencialmente, un liderazgo místico. De ese misticismo toma sus mayores fuerzas como candidato. Y también sus  límites y debilidades más evidentes.”.
Evidentemente, este perfil está lleno de psicologismo (a los uruguayos les da por eso), es decir de especulación. Y cuando entra al terreno de lo práctico, yerra; ¿Desconoce Costa que su asesorado político fue gobernante exitoso de la ciudad de México?
Tanto Krauze como Costa hacen sus más fuertes señalamientos contra López Obrador desde el punto de vista “espiritual” y/o “psicologista”, para minar al hombre político. Porque no lo critican por corrupto, amoral, ineficaz, represor, perezoso, etc., sino por supuestamente, de acuerdo a su interpretación, creerse el enviado de dios, por asumir o presumir una cualidad de cercanía y correlación con él.
Y esta crítica “anti-redentorista” quizá no esté mal a pesar de su cargamento de intenciones (la del historiador, la de hacer campaña a favor de Calderón y contra López en 2006; la del “estratega”, la del  autoelogio y la venganza), muchos incluso desearían un hombre ateo como gobernante (imposible en México); al menos librepensador. Sin embargo, por lo que ha sucedido en el país durante los últimos lustros, pareciera que más que a elección debiera someterse al gobernante a la preferencia social, ¿qué es mejor o peor para el país, un supuesto mesías tropical, místico pero honrado, con “vocación social”, o un mesías de la guerra y la sangre o un mesías de la corrupción o un mesías de la estupidez? Hagan sus propuestas.

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