miércoles, 10 de julio de 2013

Polémica en Bellas Artes: Ramón Vargas como director de la Ópera

HÉCTOR PALACIO@NietzscheAristomar 9 jul 2013 11:44
  
Con una brillante trayectoria y un prestigio internacional incuestionable, Ramón Vargas es el cantante mexicano –tal vez le acompañe Francisco Araiza- con mayores logros para la historia de la ópera del país.
No satisfecho con ello y al par que otros artistas multifacéticos del medio de la música internacional, Vargas ha decidido encarar nuevos retos. En abril pasado fue designado director artístico de la Ópera de Bellas Artes. No obstante, este nombramiento asignado a un intérprete en activo, ha generado una suerte de polémica, crítica y debate. Aunque hay consenso en el reconocimiento a sus cualidades artísticas, se han planteado varias interrogantes.
1.- ¿Tendrá la capacidad necesaria como administrador cultural? No es lo mismo la escena que el escritorio.
Este punto es relativamente simple de responder, porque de hecho, la posición de su nombramiento es de carácter “artístico”, simultáneamente se ha nombrado a un director encargado de la parte burocrática.
2.- ¿Cómo resolver la aparente dificultad legal y aun práctica de que sea un cantante activo y a la vez un funcionario público?
Esta es una cuestión más importante. Se ha dicho que cobrará doble cuando se presente en el escenario, como cantante y como director. Y que cuando actúe en el extranjero, donde aún tiene intensa actividad, ¿cómo va dirigir la compañía? Hacerlo a larga distancia sería igual a admitir que cualquier otro funcionario del gobierno haga lo mismo, administrar impensablemente desde Alemania o Estados Unidos. El segundo punto quizá se arregle, por un lado, con la función del director administrativo y, por otro, con la facilidad que ofrece el mundo virtual. Sólo consideren, quienes se ríen de esta crítica, que la dirección de ópera no es una compañía privada sino una posición en el gobierno.
El primer punto es más complejo. Para no caer en acto de corrupción o deshonestidad debido a una doble asignación de sueldo durante un mismo tiempo, quizá Ramón debiera o bien no cantar en Bellas Artes –lo cual a más de lástima sería una tontería; de acuerdo a las entrevistas, sí se programará un título al año al menos-, o cuando lo haga, renunciar a uno de los ingresos. O bien al de funcionario por el tiempo que dure la producción o ya sea a los honorarios como intérprete; lo que le acomode. Jaime Torres Bodet, como poeta, fue nombrado miembro del Colegio Nacional en 1953. Durante el tiempo en que fue embajador de México en Francia y secretario de Educación Pública por segunda ocasión, con López Mateos (entre 1954 y 1964), renunció voluntariamente al pago del Colegio para no caer en duplicidad y, si no en un acto de corrupción (al parecer hay mecanismos legales para ello), en uno de carácter ético. Evitaría así Ramón la crítica por ese lado, con un sentido de la ética y orgullo personal. (También quedan las donaciones a las buenas causas).
3.- ¿Cómo va a actuar frente al tradicional “favoritismo” que ha marcado la “política” de asignación de elencos durante la mayoría de las administraciones pasadas?
Disgustó la respuesta del tenor, quien antes de asumir su cargo ha sido señalado de “sugerir”, en realidad imponer, a ciertos amigos y aun discípulos: “¿Qué significa que haya favoritismos? Pues que vengan los mejores. Pues sí, los favoritos son los mejores.”. La frase no está mal, lo que la hace ver incorrecta es cuando se le ubica en el contexto mexicano, en el de las administraciones de la ópera pasadas. Amig@s, novi@s, amantes, parientes, realmente favoritos de los directores o recomendados de la alta burocracia, han ocupado constantemente, no siempre con los mejores méritos, el escenario del teatro restando así posibilidades no sólo a la variedad, también al talento. Lo que Vargas tendría que hacer es REALMENTE abrir espacio a la audición profesional. No caer también en la negación o la simulación que ha sido recurrente tan solo para llenar el expediente, cuando ya se sabe que las partes han sido asignadas con anterioridad.
Salvada que esté la problemática planteada arriba y de acuerdo a recientes entrevistas, Vargas ha explicado dos o tres propuestas básicas para mejorar y ampliar el papel de la ópera en el país.
1.- Articular una red coordinada entre Ópera de Bellas Artes y los estados de la república y los teatros allí albergados; al menos se ha dicho que existen 33 escenarios con capacidad para la representación operística.
2.- Establecer una “academia” de ópera para cantantes menores a 35 años a los cuales se les proporcionará de todos los elementos necesarios para iniciar y enfrentar una carrera profesional.
3.- Realizar al menos 100 funciones de ópera al año fuera del Teatro del Palacio de Bellas artes.
Parece muy bien. Pero en el terreno de las propuestas nada o poco se ha dicho en relación a quienes rebasan la edad de 35 años y que difícilmente se les ha proporcionado la ocasión de presentarse en el teatro, vaya, ni siquiera, la oportunidad de una audición. Las administraciones pasadas, salvo contadísimas excepciones, han padecido mayormente de sordera, ceguera y, sobre todo, simulación.
Tal vez el hecho de que se expanda el “mercado” de la ópera a más de 100 presentaciones en más de 30 teatros más allá de Bellas Artes, traiga la ocasión objetiva de ofrecer más oportunidades, más empleos para cantantes, más posibilidades de desarrollar a su máxima capacidad el talento nacional de voces. Así se cubriría el rango de edades tomando en cuenta que la madurez vocal y escénica viene también con la edad, de lo cual el propio Vargas es un ejemplo. Tal vez esta frase vaya con esa intencionalidad no expuesta abiertamente como las otras propuestas: “Mi objetivo personal es que se pueda producir más ópera y que muchos de nuestros colegas que están inactivos puedan estar cantando en los escenarios” (El Economista, 03-07-13).
Ramón solicita paciencia, que en tres años se percibirán resultados. Por lo pronto, su primera experiencia al frente de la compañía de ópera ha resultado fallida. La producción de Il trovatore de Giuseppe Verdi ha sido mal recibida tanto por la crítica (nada que ver con que Vargas haya cancelado su presentación debido a una supuesta operación de rodilla), como por colegas cantantes. Y tiene que ver con el elenco tan pobre y, otra vez, con una frase de Ramón, al decir que para determinado papel sólo había una cantante en México y que no estaba disponible. Era natural que hubiera reacciones ante semejante aserto. Digamos que se ha tratado de un arranque frio, “culpa” quizá de la inercia del pasado.
Naturalmente, Ramón Vargas no tiene porqué callar la boca (en ningún sentido), pero debe comprender que aún más que la adulación, la tolerancia y aun la consideración a la crítica es saludable. Y no sólo como figura pública (para ello basta con no leer el periódico, según dicen muchos artistas), particularmente como funcionario del gobierno, posición desde la cual estará constantemente bajo escrutinio por más buena voluntad que tenga.
Mas considerando pasado y presente y las expectativas despertadas, e incluso que el fracaso siempre es una posibilidad, en realidad pocos podrían estar hoy mejor cualificados para semejante posición.

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