jueves, 20 de julio de 2017

Fox Quesada: “Ándeme yo caliente y ríase la gente”

@NietzscheAristomié 19 jul 2017 20:40
 
  
 
Y si bien en la locura de Fox quisiera hallarse algo quijotesco acaso por la herencia Quesada, Quezada, Quijana, Quijada,…,
Y si bien en la locura de Fox quisiera hallarse algo quijotesco acaso por la herencia Quesada, Quezada, Quijana, Quijada,…,
Foto propiedad de: Internet

Le sienta bien a Vicente Fox Quesada el coro o estribillo del poema satírico de Luis de Góngora “Ándeme yo caliente y ríase la gente”. Porque ha andado muy caliente desde hace cierto tiempo participando e interviniendo en la política nacional e internacional y queriendo encarnarse como adalid de la democracia. Su guía es hablar muy mal tanto de Donald Trump como de Nicolás Maduro o López Obrador, y muy bien de Peña Nieto. Pero se ha convertido, incluso desde su época presidencial, en un hazmerreir impune. En las redes sociales, sin duda, es comidilla frecuente. La prensa reporta que a su llegada al aeropuerto Benito Juárez rumbo a Venezuela, nadie se acercó a saludarlo, lo desdeñaron (además, iba acompañado por decenas de guardias de seguridad pagado por el erario nacional). Puedo imaginar sí, los comentarios o cuchicheos distantes; el menos fuerte, “candil de la calle, oscuridad de su casa”. Y como todos saben, regresó de Venezuela “con la cola entre las patas”, pues fue formalmente declarado “no grato” al violar su papel de mero observador haciendo declaraciones en contra del gobierno local.
¡Y cómo no va a hacer objeto de risa!, si no tiene autoridad moral alguna entre los mexicanos. No supo ganar el respeto del país que gobernó. Es demagogo, miente. Llega a Caracas y dice que lleva la representación del pueblo de México. Nadie lo ha nombrado; nadie le da valor a su activismo político. Literal, es un traidor a la democracia, por eso nadie cree en su discurso hueco. Ahora quiere comparar la jornada electoral de la oposición venezolana contra la asamblea constituyente convocada por Maduro con la elección del 2000, cuando el PRI fue expulsado de la presidencia. Lo cierto es que él se convirtió en cómplice del PRI entonces y hoy también, como consumado peñista. Y bueno, si proviniera de un país con gobierno intachable acaso tendría algo que decir.
Fox dice que le anima un espíritu democrático. Todo lo contrario. Su antitrumpismo no obedece al antimexicanismo de éste, sino a que, como otros panistas, priistas y perredistas, apoyó a los Clinton, con quienes la mafia del poder (sin comillas, porque Xóchitl Gálvez los evidenció ya) tuvo por años negocios que deseaba prolongar. Su antimadurismo no es porque crea en la democracia o la oposición venezolana sino porque está embarcado en la campaña peñista-videgarayista en contra de Venezuela que no respeta –nos guste o no el régimen “bolivariano”- el principio de no intervención y autodeterminación (vivir del erario nacional como expresidente tendría que frenarlo). Porque si creyera en la democracia tendría que empezar por la autocrítica, ¿cómo decir que el gobierno de Maduro es criminal, que mata estudiantes, sin reconocer que en México también se asesina estudiantes, se vive en un estado permanente de violencia, en crisis permanente, en la corrupción institucionalizada? Su antilopezobradorismo es una campaña ilegal iniciada desde 2004. Miente cuando compara la Venezuela de Maduro y Chávez con lo que podría llegar a representar López Obrador si llegara a la presidencia. No hay contactos ni identidades. Allá existe un régimen básicamente militar. El opositor de izquierda no ha gobernado el país sino la Ciudad de México y lo hizo, contrario a su gobierno como presidente, bastante bien. Existen las evaluaciones y comparativos para corroborarlo. Es decir, la calentura de Fox Quesada es ¿gratuita? Democrática, no lo es.
Y si bien en la locura de Fox quisiera hallarse algo quijotesco acaso por la herencia Quesada, Quezada, Quijana, Quijada,…, tendría que ser algo invertido, deformado. Y si el estribillo “Ándeme yo caliente y ríase la gente” le va como “anillo al dedo”, el espíritu de los versos de Góngora en este poema es contrario al ánimo foxista. Habla de un hombre alejado del poder, de los lujos y el placer exuberante: “Traten otros del gobierno/Del mundo y sus monarquías,/Mientras gobiernan mis días/Mantequillas y pan tierno”…; “Coma en dorada vajilla/El príncipe mil cuidados,/Como píldoras dorados;/Que yo en mi pobre mesilla/Quiero más una morcilla/Que en el asador reviente”. Libre de preocupaciones, a cosas simples aspira este hombre. Pan, mantequilla, naranjada, aguardiente, morcillas, bellotas y castañas. Y si, por otro lado, Fox cumpliera con la tradición política del silencio de los expresidentes, haría mejor. Sobre todo cuando se abre la boca para soltar tonterías.
El quijotismo de Fox, mismo que ha elogiado en una conferencia en Valladolid en abril de 2016 (al tiempo que elogiaba también el gobierno de Peña), es invertido. Asemejados en apariencia en la locura, la del Ingenioso Hidalgo pasa por grandes momentos de lúcida inteligencia y se da en la búsqueda de la justicia, desfaciendo entuertos. En el caso de Quesada, él es el entuerto. 
Pero aun cuando en Valladolid elogiara los valores del Quijote, bastante lejos está Fox del idealismo del  héroe de Cervantes y de la vida simple del personaje de Góngora. Muy cercano del poder, aún quiere más. Entonces vemos que en realidad no se trata de un loco aventurero en busca de libertad y democracia sino de un ser interesado. Con un alto presupuesto gracias a la pensión como expresidente, favorecido acaso de la corrupción durante su gobierno, rodeado de guaruras a cargo del erario, al cuidado de la egolatría en el “Centro Fox”, beneficiario y traidor de la democracia, panegirista del gobierno en turno. Y como ha informado el canciller venezolano, Samuel Moncada, viajó “pagado a Venezuela para promover la violencia y la intervención de potencias extranjeras”.
Es decir, al “cachorro del imperio” (Hugo Chávez dixit), más que la democracia -la cual desconoce porque la traicionó cuando fue gobernante y la traiciona todos los días como activista político falaz- o el idealismo quijotil, le mueve la ambición, el amor al poder y al dinero. También el deseo de continuidad del régimen internacional donde se privilegia el llamado capitalismo salvaje, donde reina la simulación y lo que menos importa es la sociedad y la democracia.

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