CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- La aparición del libro de Enrique Berruga Filloy El American Dream, publicado recientemente por la editorial Planeta, es enormemente pertinente. Pocas veces los mexicanos habíamos estado tan desconcertados como lo estamos después de las elecciones del 8 de noviembre en Estados Unidos. No creo que el libro de Berruga contribuya a eliminar tal desconcierto; quizá nos deja aún más perplejos. Pero nos devuelve el buen humor y nos proporciona una visión satírica de la realidad que invita a reflexionar, sin caer en depresiones estériles. Vivir la pesadilla y, al mismo tiempo, soltar una carcajada es la mejor opción para enfrentar, analizar y responder a los retos para México que presenta la era de Trump.
Son muchos los motivos para que los mexicanos andemos preocupados. El primero y más notable es haber perdido de manera tan repentina la amistad del presidente del país con el que la élite política y económica mexicana decidió, a partir de la firma del TLCAN, estrechar más fuertemente que en el pasado los lazos económicos. El resultado fue exitoso, desde el punto de vista del comercio, la inversión y la integración productiva. No para todos, ni aquí ni allá; pero eso no le quitaba el sueño a empresarios privilegiados y funcionarios triunfadores que adoran el TLCAN.
Por eso, la campaña de Trump, su nominación como candidato y, peor aún, su triunfo electoral han producido tan enorme desconcierto. Cuando nos despertamos el 9 de noviembre, el dirigente del país más poderoso del mundo, del que somos vecinos, es alguien que desea amurallarse para impedir el paso de los mexicanos, cree en la supremacía de la clase blanca y, por lo tanto, no tiene simpatía por los millones de mexicanos y mexicoamericanos que viven en aquel país. Para colmo de males, le gusta descomponer los avances que logran las burocracias de ambos países para entenderse en la conducción de fuertes vínculos económicos, que ya no tienen marcha atrás, enviando tuits inesperados que descarrilan el buen ánimo con que se intenta lograr dicha conducción.
Hacer una sátira sobre semejante situación es algo que Berruga intenta moviéndose en tres niveles. El primero permanece en la ficción de los encuentros y desencuentros amorosos que agobian al personaje central, el Dr. Rico, quien ha decidido resolver sus difíciles problemas emocionales a través del ingreso a una nueva religión que podría devolverle la estabilidad perdida.
Los otros dos niveles, como corresponde a una sátira política, que es el género al que pertenece este libro, se refieren a situaciones reales. La primera es la voluntad intervencionista de nuestros vecinos del norte, así como la sofisticación con que suelen ejercerla. Esta vez, su proyecto es ambicioso: la anexión de México. La forma de llevarlo a cabo es bastante compleja.
Uno de los capítulos mejor logrados es aquel en que dan a conocer sus proyectos de anexión al Dr. Rico. Varios detalles permiten entrever hasta dónde conocen a la precisión la vida y gustos de quien han escogido para ser su interlocutor. El Dr. Rico ha sido cuidadosamente investigado, conocen todos sus gustos y pueden ofrecerle exactamente el vino que más aprecia. En lo que parece un simple detalle, todo el sistema de espionaje que tan bien manejan los estadunidenses está presente.
La segunda realidad a partir de la cual se elabora una sátira agridulce es la vulnerabilidad de México como resultado de la enorme corrupción que corroe a sus élites políticas. Un pasaje notable es aquel donde los estadunidenses escogen días de fiesta, cuando gran parte de los hombres poderosos de México van a gozar de sus múltiples propiedades que han comprado en Estados Unidos. Allí serán detenidos, confiscadas sus propiedades, recuperadas las grandes fortunas que han acumulado. Todo ello proporcionará la posibilidad financiera para que Estados Unidos contribuya al desarrollo de México. Muchos mexicanos están felices. La corrupción mexicana proporciona, así, la justificación para que se festeje la anexión.
La tercera realidad, tratada hacia el final de una manera muy inesperada, es la de los sectores que con mayor éxito pueden oponerse a lo que parece una trama perfecta para la anexión de México. No quiero revelar aquí cuál es tal sector. Baste señalar que está escondido en la Catedral Metropolitana.
Coincidiendo con la aparición del libro, han saltado numerosas noticias en los medios de comunicación sobre las investigaciones y consiguientes acusaciones desde Estados Unidos contra diversos personajes mexicanos que han cometido actos de corrupción, en particular lavado de dinero. Los medios de justicia mexicana se desconciertan y no saben cómo responder. La sátira y la realidad del sueño americano están allí.
He seguido la carrera literaria y diplomática de Enrique desde hace muchos años. Puedo afirmar que como diplomático y analista político es uno de los funcionarios más serios, imaginativos y capaces que ha tenido el servicio exterior mexicano. Como subsecretario para América del Norte fue una persona que mucho contribuyó a facilitar la vida de los indocumentados en Estados Unidos, proporcionando el documento de identidad que les permitía entrar al sistema financiero. También fue un funcionario que logró simpatía y respeto de sus contrapartes estadunidenses. Como se ve en el libro, los conoce muy bien.
También he seguido de cerca su pasión por la literatura. Su gusto por escribir. Novelas anteriores, como El martes del silencio, tuvieron gran éxito por la notable imaginación de las circunstancias creadas y la fuerza de sus personajes.
Esta vez, Enrique ha dado un paso adelante. Ha entrado a la sátira política y, al hacerlo, ha tomado una posición. Señalar, sin perder el humor pero con gran contundencia, los motivos que acentúan en la época de Trump las vulnerabilidades de nuestro país, en particular la corrupción de la clase política.
Un libro pertinente, inmensamente divertido y, al mismo tiempo, serio y perturbador.