lunes, 16 de octubre de 2017

Empezando por Slim, empresarios están con los políticos que queden...

lun 16 oct 2017 11:38
 
  
 
Está claro que los altos empresarios de México estarán siempre prestos para incidir en asuntos públicos que podrían afectar su ganancia personal.
Está claro que los altos empresarios de México estarán siempre prestos para incidir en asuntos públicos que podrían afectar su ganancia personal.
Foto propiedad de: Internet


Slim probó sin duda a la opinión pública en 2006 lo que digo arriba: aparentó apoyar a la opción progresista para la presidencia de la república habiendo recién experimentado la capacidad administrativa de este tipo de gobierno con AMLO como alcalde de la capital. Pero en la recta final, fue convencido para adjuntarse a sus colegas—competidores empresariales--e imponer ilegalmente a Calderón en lugar del triunfador tabasqueño.
Está claro que los altos empresarios de México estarán siempre prestos para incidir en asuntos públicos que podrían afectar su ganancia personal. Puestos están así mismo para confabularse con el poder para cometer delitos electorales si presienten que se acabará el disfrute de exenciones fiscales, de concesiones especiales y demás prebendas o libertades de acción en sus negocios. Dirán o harán lo que sea para detener a quien amenace dichos privilegios. El equilibrio y la justicia para ellos, radica en la ley de la oferta y la demanda. Lo demás que lucen profesar con gran interés—y apoyos monetarios—es por lo general, un acto fingido.
He compartido tiempo de cerca con un sinnúmero de queridos y queridas empresarias. En el fondo, para ellos o ellas no existen realmente los ideales de la población por alcanzar una vida más digna en base a un trabajo bien remunerado: mientras más bajos se negocien salarios o comisiones más les conviene. Lo justo para ellos o ellas, debe producirles ahorro y los trabajadores aceptan lo que les den porque no hay más. Tampoco importan para la mayoría que se dedica a los negocios—en apariencia sí, pero en la realidad no-- los partidos políticos o candidatos, porque se esperan para hacerse patentes cuando sea el momento y estar con quien esté, con quien llegue, con quien quede o con quien sea impuesto, sin importar nada más, siempre se acomodarán bien al sistema. Aunque anuncien lo contrario, no apoyan causa social o liderazgo por generosidad, ni por filantropía desinteresada, porque anterior a estos sentimientos se impuso la noción de que el acto ocasiona un efecto de beneficio o de buena reputación. Porque lo único que vale en la perspectiva empresarial a futuro es el mercado o el mercadeo como es natural. Venden y se venden si les conviene. Les da igual si queda uno u otro político al mando de la nación. Salvo que, como se sabe, están en extremo acostumbrados los grandes negociantes a funcionar repito con la ambición por delante al igual que los políticos del régimen, cuya falsa retórica presentada ahora a fin de sexenio con presunción de grandes logros obtenidos, acompañada de canción de despedida con la que se ensalzan mutuamente, cuando los índices de violencia, inseguridad, pobreza se incrementaron y no han dejado de asolar el territorio. Asombra porque se repite igualita a lo largo y ancho de la historia ésta retórica en voz de flamantes militantes del PRIAN en el poder que en base a “su dedicado trabajo en el gobierno”  viven de maravilla y a todo lujo. No hay ni obispo de iglesia ni político, pobre, dijo alguien.   
La intención velada de los empresarios de distintos niveles, pues, luego de que ya quede posicionado “aquel que va a ser”, es el conocer y entablar relación cercana con aquellos funcionarios del sistema que quedaron en posiciones claves para beneficiar o agilizar el negocio, o digamos que resolverán asuntos a su favor, asumiendo la empresa los costos necesarios que esto implique. Así es como ha funcionado México. Regadera de “apoyos” hacia un lado u otro, para quienes, luego de obtener el puesto burocrático y ser reconocido como quien ostenta “el poder de hacer”, considere casi obligatorio digamos que políticamente correcto, el devolver dichos favores en privilegios para particulares o sus empresas.
He sabido de quienes durante campañas presidenciales estatales o municipales, simulan ir con un candidato pero por debajo de la mesa donan recursos a otro, por si acaso se da la chica. También puedo asegurar que son mayoría los hombres y mujeres de negocios que no acuden a las urnas a votar porque no les interesa, porque andan de vacaciones en esas fechas o porque simplemente son mal educados e inciviles y desde luego porque no poseen la necesidad de que cambie la existencia, de luchar por una vida más justa o más feliz de la que ya gozan.  
Pero lidiarán, no queda otra, con quien pongan o quede arriba. Pero si esta vez el pueblo decide-- así lo parece confirmar su madurez-- y gana el decreto popular, es decir, el sistema se ve obligado a hacer bueno el voto popular, sería el comienzo de la primera presidencia mexicana auténticamente democrática y será sin duda un reto aprender a funcionar, como empresa, democráticamente. Aprender a ser empresa bajo ley justa como lo dicta y debe ser la democracia. Si no es la misma la ganancia pues aceptarlo asumiendo que hay una máxima equilibrada y aprender a vivir con ello. Porque la obligación, más que el compromiso, que debe portar inherente un gobierno democrático es el de ofrecer piso parejo para todos, algo que no se conoce en el país, porque no se concibe donde reina la desigualdad, donde se incentiva a dirigentes nacionales con dádivas, para cambiar o acomodar legislación abusiva, para otorgar trato preferencial, todo mediante tráfico de influencias porque eso es lo que se conoce. Así nos hemos dejado manejar.   
Habrán de adaptarse los empresarios a la nueva forma de gobierno a partir del 2018. Y México saldrá beneficiado con la garantía de que éste trabajará por un balance, con austeridad republicana, con transparencia, fomentando los derechos humanos, para que en verdad y no simulación, México crezca saludable. Porque son premisas estas en permanente lucha por obtener, que a pesar de la cacareada “boyante macroeconomía”, que tanto presumen en sobremesas los empresarios que conozco, ninguno de ellos me ha podido contestar por qué no hemos podido implementarlas, por qué a pesar de lo que pregonan, no se resuelve sino aumenta la pobreza siendo un país tan rico.             

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